CAMBIOS EN LAS CREENCIAS RELIGIOSAS EN COSTA RICA

¿Cuáles han sido los cambios políticos, relacionados con el pluralismo religioso, que se han percibido en Costa Rica? 

Se quiere comparar los movimientos de la modernidad plural que se han gestado en Latinoamérica y que han afectado nuestro país.

Es necesario reconocer que acudimos a una época donde se han venido dando una serie de transformaciones a muchos niveles. La relación entre religión y política también ha sufrido significativos cambios debido a fenómenos sociales como la post Guerra Fría, los procesos de globalización y el capitalismo periférico y en desarrollo de los países de la región, las creencias y prácticas religiosas desde donde se reflexiona con nuevas perspectivas. 

También habría que mencionar que la secularización es uno de los fenómenos sociales que ha colaborado en este cambio de paradigma en la relación religión-política. Las sociedades han entrado en un proceso de relegar el papel preponderante y determinante que tenía la religión en la construcción de la subjetividad del ser humano creyente a la esfera de lo privado. Debido a esto, tanto lo religioso, teológico y eclesial fueron desplazados como los núcleos dinámicos en la conformación de las opciones políticas. 


A partir de estos fenómenos se fueron dando una serie de cambios tanto al interior de las religiones como en el sistema socio-cultural. En el caso del catolicismo dejó de ser una fuerza hegemónica religiosa y cultural con gran influencia en el campo político, para gestar una lucha por recomponer su posición simbólica predominante frente al crecimiento de otras denominaciones religiosas y la cada vez más acentuada diversidad religiosa y cultural (p. 41). Se comprende entonces que la secularización ha provocado un desplazamiento del lugar público de las instituciones religiosas, aunque no han perdido del todo la injerencia que tienen en el campo político; injerencia que ya no se puede entender como una imposición ideológica o reduccionista, como lo fue en el pasado, sino como una especie de inter-tejido fruto de la pluralidad política y religiosa contemporánea. 

Si hace poco más de sesenta años se podía decir que en Latinoamérica los creyentes de las distintas Iglesias reflejaban su pertenencia a una fracción política determinada, hoy las opciones políticas se han diversificado y autonomizado de los sistemas institucionalizados de creencia. En Costa Rica, parece, la política no escapa a este fenómeno, sino mundial claramente evidente en nuestro contexto continental, y de algún modo se ha desideologizado. Predomina ahora el individualismo, consumismo, el amplio mercado religioso y un creciente debilitamiento de los imaginarios colectivos utópicos. Antes de las elecciones en las que fue electo Carlos Alvarado como el presidente de nuestro país, muchas personas, sobre todo mayores, seguían aferrados por tradición familiar a partidos políticos. Del mismo modo, mencionaban que jamás votarían por un candidato que enarbolase la bandera del protestantismo porque eso sería traicionar las raíces católicas. 

Vivimos un pragmatismo político que produce reivindicaciones populares. Los partidos buscan intereses electorales inmediatos y no transformaciones radicales de la sociedad. El discurso se estanca más en temas morales con un amplio contenido religioso que en abrir agendas para reflexionar asuntos coyunturales de la realidad del país. Podríamos decir que el punto de inflexión en la relación política-religión siguen siendo las políticas en torno a los derechos sexuales y la reivindicación de derechos de grupos minoritarios. Por razones electorales los partidos políticos y no sólo las iglesias, tratan de adecuarse a un discurso “políticamente correcto” sobre esta temática, el que se impone en el campo político, de cuyas consecuencias se ven atravesados todos los sistemas de creencia. 


Es un hecho que las religiones populares se han autonomizado de las jerarquías y de las elites gobernantes, de modo que la relación política-religión no atraviesa necesariamente el nivel institucionalizado de Iglesia-Estado, por el proceso de desinstitucionalización vivido. El panorama religioso costarricense es complejo y plural, a pesar de que predomina ampliamente el catolicismo, ha habido un aumento de la diversidad cultural de la que aún no somos conscientes, y de cuyos efectos todavía no tenemos una mirada analítica más profunda. Se puede decir entonces que el proceso de secularización no produjo una paulatina desaparición de lo religioso sino una reconfiguración de su lugar en la sociedad y por ende en la política, especialmente de las iglesias de denominación cristiana. 

A tenor del ejemplo de las elecciones del 2018 nos preguntamos ¿Qué es lo que realmente ha sucedido a nivel del electorado que ha dejado en un lugar tan preferente y con claras posibilidades de ser presidente, a un candidato cristiano evangélico neopentecostal? ¿Qué papel está jugando la religión en este sentido?

 



La interiorización de valores morales ha sido el trabajo de las creencias religiosas, especialmente del catolicismo, para formar parte de la matriz cultural cristiana que permea la sociedad (p. 18). Sin embargo, las iglesias de corte evangélico han ido ganando terreno, sobre todo en zonas marginales del país en cuanto a lo educativo, lo comunitario, lo laboral, con un discurso axiológico conservador que es bien aceptado por las diferentes localidades.

El mismo discurso conservador es llevado a espacios de discusión pública para oponerse a temas como los derechos sexuales, la propuesta en el sistema educativo en cuanto a la formación en la sexualidad y la afectividad, incluso al tema sobre la opinión consultiva de la Corte Interamericana de Derechos Humanos sobre el matrimonio igualitario. “De ahí que el voto creyente en la actualidad se relaciona específicamente con el locus moral de la sexualidad y la reproducción en el programa político del candidato a representante público, lo cual parece haber tenido repercusiones en la elección de más representantes legislativos de confesión cristiana” (p. 18).

Es interesante y pertinente lo que dice la doctora Laura Fuentes en este sentido: “Esta investigación revela que cuando “la política sin adjetivos” se busca relacionar con la religión se convierte en una dupla indeseada, al menos discursivamente, para la mayoría de la población, pero cuando se liga a una agenda específica, por ejemplo, relacionada con aborto y uniones entre personas del mismo sexo, los principios morales pregonados por los líderes religiosos se activan entre los creyentes” (p. 18). Es por esto que el apoyo que recibió el candidato del Partido Restauración Nacional, no se ha limitado exclusivamente a personas que profesan la religión cristiana evangélica, sino a un amplio sector conservador del catolicismo.

Pero más allá de hacer un análisis exhaustivo de lo acontecido en las elecciones del 2018, queremos aportar algunos aspectos o consecuencias del proceso de secularización que ha venido viviendo nuestro país desde hace varias décadas y que posiblemente ha estado influyendo en la pérdida paulatina de las creencias religiosas, específicamente aquellas relacionadas con la doctrina cristiana, cuya herencia ha marcado históricamente las identidades nacionales. 


Algunas de las consecuencias de este proceso podrían observarse en una disminución del número de practicantes católicos, en el relativo estancamiento del porcentaje de creyentes evangélicos, en la distinción creciente entre religión y espiritualidad, en el aumento del agnosticismo, del ateísmo y de las “búsquedas espirituales personales”, así como en el desarrollo de una pluralidad religiosa limitada.

Por otra parte, el incipiente desarrollo de una moral autónoma en el terreno de los derechos sexuales y reproductivos, así como el distanciamiento de un sector de la juventud con educación universitaria de las creencias cristianas tradicionales, podrían mostrar un debilitamiento en la cadena de transmisión de creencias y valores de la Iglesia católica, u otras formas de vivir el catolicismo.

No obstante, el carácter confesional del Estado costarricense aunado a la colaboración visible entre autoridades políticas y religiosas (católicas y evangélicas) pondría en duda el alcance institucional de la laicidad política dentro del proceso de secularización. 

Referencia: "Cambios en las creencias religiosas/Dra. Laura Fuentes Belgrave/Escuela Ecuménica de Ciencias de la Religión/UNA/2014.

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