¿Cuáles han sido los cambios políticos, relacionados con el pluralismo religioso, que se han percibido en Costa Rica?
Se quiere comparar los movimientos de la modernidad plural que se han gestado en Latinoamérica y que han afectado nuestro país.
Es necesario reconocer que acudimos a una época donde se han venido dando una serie de transformaciones a muchos niveles. La relación entre religión y política también ha sufrido significativos cambios debido a fenómenos sociales como la post Guerra Fría, los procesos de globalización y el capitalismo periférico y en desarrollo de los países de la región, las creencias y prácticas religiosas desde donde se reflexiona con nuevas perspectivas.
También habría que mencionar que la secularización es uno de los fenómenos sociales que ha colaborado en este cambio de paradigma en la relación religión-política. Las sociedades han entrado en un proceso de relegar el papel preponderante y determinante que tenía la religión en la construcción de la subjetividad del ser humano creyente a la esfera de lo privado. Debido a esto, tanto lo religioso, teológico y eclesial fueron desplazados como los núcleos dinámicos en la conformación de las opciones políticas.
Si hace poco más de sesenta años se podía decir que en Latinoamérica los creyentes de las distintas Iglesias reflejaban su pertenencia a una fracción política determinada, hoy las opciones políticas se han diversificado y autonomizado de los sistemas institucionalizados de creencia. En Costa Rica, parece, la política no escapa a este fenómeno, sino mundial claramente evidente en nuestro contexto continental, y de algún modo se ha desideologizado. Predomina ahora el individualismo, consumismo, el amplio mercado religioso y un creciente debilitamiento de los imaginarios colectivos utópicos. Antes de las elecciones en las que fue electo Carlos Alvarado como el presidente de nuestro país, muchas personas, sobre todo mayores, seguían aferrados por tradición familiar a partidos políticos. Del mismo modo, mencionaban que jamás votarían por un candidato que enarbolase la bandera del protestantismo porque eso sería traicionar las raíces católicas.
El
mismo discurso conservador es llevado a espacios de discusión pública para
oponerse a temas como los derechos sexuales, la propuesta en el sistema
educativo en cuanto a la formación en la sexualidad y la afectividad, incluso
al tema sobre la opinión consultiva de la Corte Interamericana de Derechos
Humanos sobre el matrimonio igualitario. “De
ahí que el voto creyente en la actualidad se relaciona específicamente con el
locus moral de la sexualidad y la reproducción en el programa político del
candidato a representante público, lo cual parece haber tenido repercusiones en
la elección de más representantes legislativos de confesión cristiana” (p. 18).
Es interesante y pertinente lo que dice la doctora Laura Fuentes en este sentido: “Esta investigación revela que cuando “la política sin adjetivos” se busca relacionar con la religión se convierte en una dupla indeseada, al menos discursivamente, para la mayoría de la población, pero cuando se liga a una agenda específica, por ejemplo, relacionada con aborto y uniones entre personas del mismo sexo, los principios morales pregonados por los líderes religiosos se activan entre los creyentes” (p. 18). Es por esto que el apoyo que recibió el candidato del Partido Restauración Nacional, no se ha limitado exclusivamente a personas que profesan la religión cristiana evangélica, sino a un amplio sector conservador del catolicismo.
Pero más allá de hacer un análisis exhaustivo de lo acontecido en las elecciones del 2018, queremos aportar algunos aspectos o consecuencias del proceso de secularización que ha venido viviendo nuestro país desde hace varias décadas y que posiblemente ha estado influyendo en la pérdida paulatina de las creencias religiosas, específicamente aquellas relacionadas con la doctrina cristiana, cuya herencia ha marcado históricamente las identidades nacionales.
Algunas
de las consecuencias de este proceso podrían observarse en una disminución del
número de practicantes católicos, en el relativo estancamiento del porcentaje
de creyentes evangélicos, en la distinción creciente entre religión y espiritualidad,
en el aumento del agnosticismo, del ateísmo y de las “búsquedas espirituales
personales”, así como en el desarrollo de una pluralidad religiosa limitada.
Por
otra parte, el incipiente desarrollo de una moral autónoma en el terreno de los
derechos sexuales y reproductivos, así como el distanciamiento de un sector de
la juventud con educación universitaria de las creencias cristianas
tradicionales, podrían mostrar un debilitamiento en la cadena de transmisión de
creencias y valores de la Iglesia católica, u otras formas de vivir el
catolicismo.
No
obstante, el carácter confesional del Estado costarricense aunado a la
colaboración visible entre autoridades políticas y religiosas (católicas y
evangélicas) pondría en duda el alcance institucional de la laicidad política
dentro del proceso de secularización.
Referencia: "Cambios en las creencias religiosas/Dra. Laura Fuentes Belgrave/Escuela Ecuménica de Ciencias de la Religión/UNA/2014.
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