LA CONFESIONALIDAD DEL ESTADO COSTARRICENSE: UN PROCESO EN CONSTANTE RENOVACIÓN

 La confesionalidad del Estado costarricense

Históricamente sabemos que la Iglesia católica ha sido un actor social y político de gran relevancia en el país. Este reconocimiento ha estado legitimado primordialmente desde la Constitución Política en el artículo 75, lo que le ha procurado a la Iglesia poder institucionalizar su doctrina en el nivel público y establecer un principio rector que, como moral universal desde los valores cristianos, determina el comportamiento de cada uno de los ciudadanos del país. Esto quiere decir que el Estado no solamente vela por el mantenimiento económico de la institución eclesial católica, sino que contribuye para que su ideología forme parte del andamiaje político y social que sostiene la idiosincrasia costarricense en general.



No obstante, aunque los poderes políticos y religiosos pertenecen a dos ámbitos completamente distintos, la vinculación entre ambos (Estado-Iglesia) es eminentemente una “alianza estratégica” que parece ser un concepto muy importante para comprender el fenómeno de la legitimación tanto del poder eclesiástico como del poder político del Estado costarricense. Desde la realidad que ha vivido nuestro país, la alianza estratégica se entiende como una manera de llegar a acuerdos comunes, a pesar de las diferentes posturas en temas de interés nacional y la evitación de provocar fracturas estructurales que dañen definitivamente la relación política. 

El medio de la relación entre Iglesia y Estado que legitima su actuar en el orden público es el intercambio de bienes simbólicos que aparece muy bien desarrollado en los tres momentos del análisis coyuntural que explica Maroto a partir de las unidades de obsequio (entendidos como las concesiones, privilegios o muestras de apoyo que se hacen desde el Estado hacia la jerarquía de la Iglesia católica) y contraobsequio (entendidos como las concesiones o muestras de apoyo que se hacen desde la jerarquía de la Iglesia católica hacia el Estado) (Maroto, 2013, p. 195-197).  

Es lógico que si hablamos de una alianza estratégica de dos instituciones de suma importancia que buscan intereses comunes en el terreno de lo público estamos haciendo referencia a dos categorías que están a la base del discurso y de las acciones que va describiendo Maroto y son: el poder y la dominación. Max Weber, sociólogo alemán, habla de la denominación en el sentido de que toda autoridad se organiza en torno a intereses particulares; el mandato de quien domina influye sobre los actos de otras personas, de tal manera que “en un grado socialmente relevante estos actos tienen lugar como si los dominados hubieran adoptado por sí mismos y como máxima de su obrar el contenido del mandato (obediencia)”. Como poder se refiere a la probabilidad de imponer la propia voluntad, dentro de una relación social (Weber, 1969b: 699).


Es muy interesante como las dominaciones (carismática, tradicional y la legal) con todo el ensamblaje simbólico que las legitima, aparecen muy claramente en la descripción de la relación Estado-Iglesia que hace la autora de los tres momentos del periodo 2007-2010 en otro artículo titulado "Construcción de la legitimidad en las relaciones Estado-Iglesia Católica en Costa Rica, 2007-2010". La legitimidad de la autoridad que tiene la Iglesia Católica no es, entonces, consecuencia de la imposición lógica de verdades alcanzadas o reveladas o de un estatuto político hábilmente introyectado en la conciencia colectiva, sino que acontece en razón del intercambio simbólico que se da entre ambas instituciones, lo que las favorece enormemente y garantiza el mantener el poder y la dominación. Un orden social que distribuye asimétricamente los recursos de coacción y las oportunidades materiales de vida sólo adquiere validez en la medida en que sus relaciones de dominación tienen significación social, es decir, están ancladas en las creencias compartidas de la sociedad.

Por ello, la relación entre Iglesia y Estado constituye mecanismos de integración entre intereses particulares y valores generales: "[...] en los últimos veinte años, los temas que han generado mayor participación de la jerarquía de la Iglesia Católica en la vida política del país, ha sido la discusión de políticas, planes, programas o leyes relacionadas con los derechos sexuales y los derechos reproductivos de las personas y la educación religiosa en el sistema público de la educación" (Maroto, 2013, p. 196).


No hay posibilidad de ejercer un dominio sistemático sobre la sociedad sin revestir a ambos actores sociales y sus mandatos con el prestigio de la legitimidad, a la vez que no hay asidero de tales pretensiones de legitimidad sin apelar a los valores y creencias compartidas que aseguran la integración social. 

Surge la pregunta de cómo sería la relación de un posible gobierno de un partido cristiano evangélico con la Iglesia Católica o qué otros actores sociales podrían entrar en juego y de qué manera. Pero por el momento sabemos que hay temas que son de mutuo interés entre la Iglesia católica y las diferentes tendencias socio-religiosas evangélicas y desde los cuales se podría iniciar el diálogo, entre ellos todo lo que tiene que ver con las practicas y discursos sobre sexualidad, la heterosexualidad obligatoria, la hegemonía masculina, la familia tradicional y el matrimonio.

Dentro de la reflexión y derivando en temas como la sexualidad, se argumenta que el poder de la Iglesia surge de la confluencia de las normas (que producen y autorizan conocimientos) y fuerzas sociales (el papel que juegan esos conocimientos en el actuar de las personas). De este modo, algunos de estos conocimientos tienen que ver con la sexualidad de los costarricenses en el sentido de que, a partir de ellos, se han definido pautas de comportamiento, educación y salud. Efectivamente, ha sido la Iglesia la que ha pronunciado un discurso sobre la sexualidad, en momentos claramente estratégicos, que va en contra de las ideas modernas que se han planteado en el ámbito publico desde hace mucho tiempo. Por ello, la exaltación de valores familiares que generan cohesión en la sociedad costarricense refuerza los discursos religiosos sobre prácticas sexuales permitidas ha sido un factor importante en la construcción de la identidad nacional desde la colonia, así como los distintos movimientos de los trabajadores con un desenlace político estratégico.



Es la historia la que nos revela una Costa Rica que ha construido su identidad a partir de la influencia de una sociedad patriarcal que privilegiaba el papel masculino en la sociedad con un amplio fortalecimiento de participación en la esfera pública. Con ello podemos deducir cuál sería entonces el papel de la mujer y qué tipo de valores primarían en la base de la sociedad; en un texto de Carolina Quedas de la Universidad de Costa Rica dice: “La Costa Rica europea y blanca suponía a la vez una definición precisa de los espacios y funciones que debían ocupar y desempeñar uno y otro sexo. La esfera pública correspondía a los varones, proveedores, ciudadanos y jefes de sus esposas e hijos; el universo privado y doméstico a las mujeres, a las que les tocaba velar por el bienestar de sus maridos y la crianza de su progenie” (Quesada, 2011, p. 313).

Por ende, se constata que la identidad nacional que se forjó desde el siglo XIX y que ha venido reconstruyéndose por más de cien años, no sólo era xenofóbica y clasista, sino que además retrataba una masculinidad hegemónica y una heterosexualidad obligatoria (p. 310). Y quienes han procurado que esta identidad se legitime y se mantenga en el imaginario colectivo nacional han sido las élites liberales y conservadoras que han detentado siempre el poder político y los representantes de la Iglesia Católica.

El discurso conservador sobre la sexualidad atraviesa, como una premisa evolutiva, el desarrollo de los y las costarricenses, estableciendo roles específicos legitimados por un cierto modo de educación, satanizando y condenando cualquier manifestación sexual que vaya en contra de lo que ha dictado la ley natural y procurando que al final se viva una heterosexualidad obligatoria (obligación social que se le impone a cada persona de ser heterosexual y al siempre presente ambiente heterosexual en la sociedad patriarcal). La manifestación plena del matrimonio, la familia, constituye uno de los elementos centrales que entrelazan las características de la identidad nacional con los valores católicos.

No obstante, como la construcción de la identidad nacional es una tarea que se reproduce a lo largo de la historia, es probable que lo que ha legitimado un tipo de discurso conservador, heterónomo y heterosexual puede verse amenazado profundamente por la emergencia de nuevos espacios sociales (redes sociales, Mass Media, comunicación digital) y de nuevos actores sociales; por la pérdida de credibilidad en las instituciones como la Iglesia Católica y de otras denominaciones; por las nuevas realidades familiares que distan mucho de ser la “familia tradicional”; las pautas del mercado económico global; etc.


Referencias: 
- La confesionalidad del Estado costarricense: un proceso en constante renovación/Adriana Maroto Vargas/. ed. rev. reflexiones 92/ UCR, 2013. 
- Construcción de la legitimidad en las relaciones Estado-Iglesia Católica en Costa Rica 2007-2010/Adriana Maroto Vargas/Anuario de estudios Centroamericanos, UCR/ 2014.
- Familia y heteronormatividad: acontecimientos históricos y la doctrina sexual de la Iglesia Católica en Costa Rica/Carolina Quesada Cordero/Anuario de Estudios Centroamericanos, UCR/2011.

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