LA EVANGELIZACIÓN DEL INDÍGENA

La Evangelización del Indígena en el Valle Central Occidental, durante la Colonia


Si hablamos de los primeros intentos de “evangelización” en las noveles tierras centroamericanas, tenemos que referirnos a la presencia de la Orden Franciscana en sus dos ramas: los Observantes y los Recoletos. Esta acción eclesial y misionera se tiene que entender como un proceso que acompaña la organización social y la administración de los pueblos que se iban formando. En este sentido tenemos la reducción de Boruca y la doctrina de Atirro y Tucurrique que se consideraban verdaderas misiones, no así Esparza, el convento de Cartago, las parroquias de Ujarrás, Pacaca y Barva, las doctrinas de Curridabat, Aserrí, Cot, Quircot, y Tobosi que quedaban al margen de la evangelización de los infieles. 


Pese a que parezca una paradoja, los intereses del imperio conquistador y los principios católicos estaban en armonía debido a que el cristianismo de la época era capaz de justificar guerras, adoctrinamientos y modos de relación social y ubicación geográfica en orden siempre a los intereses de la Iglesia Católica que, al final, venían a ser los mismos que los del imperio. 

Por su parte, los frailes Recoletos, quienes arribaron a nuestras tierras en el siglo XVII, procedieron a la fundación de las misiones de Talamanca. Fray Antonio de Margil fundó el 13 de junio de 1701 un convento con el nombre de “Colegio de Cristo Crucificado de Propaganda Fide”, el cual se convirtió en el centro de las misiones para los recoletos en Centroamérica; en el se formaron casi todas las misiones que se establecieron en las tierras encomendadas a la recolección (p. 9). 

Las cosas no serían fáciles para esta orden recoleta ya que no fue sino hasta 1741 que, después de sortear muchas dificultades, se establecieron en la Iglesia de las Soledad de Cartago, la cual se convirtió en la residencia principal de la orden en Costa Rica, lo que les permitió comenzar de nuevo sus labores apostólicas. 

La finalidad de su misión en las tierras indígenas de Talamanca era la conversión de sus habitantes, cometido que les fue imposible realizar pese a sus esfuerzos y la resistencia de los indios talamanqueños que fueron ganando en intensidad y dramatismo. En 1709 se gesta un movimiento de varias comunidades indígenas donde destaca el liderazgo de Pablo Presbere, donde destruyeron varios pueblos misioneros en las regiones de Cabécar, Urinama y Chirripó.



Contra ellos se organizó una gran expedición militar en 1700. Resultado de los enfrentamientos fueron capturados más de 700 indígenas, entre ellos sus jefes políticos y militares y el mismo Pablo Presbere, que era el Gran Líder de la Rebelión. Alrededor de 10.000 indígenas se sublevaron dirigidos por Presbere. Varios meses habían durado los enfrentamientos. Sin poder capturar a todos los alzados, las tropas coloniales se retiraron a Cartago llevándose los prisioneros, que en el camino a Cartago se calcula que murió el 40% de ellos. La sublevación en 1709 del Cacique indígena, de la región de Suinsi, Pablo Presbere, mantenida por dos años, agrupó a varias comunidades de la región, desde el Chirripó hasta la Bahía del Almirante en Panamá (UNED). 


Factores que dificultaron la labor evangelizadora

Las relaciones entre los españoles y los indígenas se fueron complejizando como cualquiera de las relaciones sociales, hecho que fue entorpeciendo la labor evangelizadora de las ordenes religiosas; estos hechos se catalogaban como “mal ejemplo” por parte de los conquistadores. Es así que en el Consejo de Indias de 1555 sugiere Vasco de Quiroga: “…no conversasen los indios, con los españoles, según los malos ejemplos de obras, así de soberbia, como de codicia…como de trabajos y todo género de profanidades que le damos, sin verse en nosotros obra que sea de verdaderos cristianos… Podrían pensar los indios que jugar, lujuria y alcahuetear es oficio propio de cristianos” (Mormer, 1970, p. 20).




Otro de los factores causó dificultad a la labor misionera y evangelizadora de las Órdenes Religiosas en relación con los indígenas fue la búsqueda de enriquecimiento de los primeros a costa de los segundos, haciendo que el objetivo primigenio pasase a segundo plano o simplemente se prescindiera de él. Así mismo, la reducida cantidad de misioneros en las tierras indígenas provocaba que la atención religiosa de los indígenas fuese deficiente y escasa. De igual modo, muchos de los doctrineros, además de sus labores propiamente eclesiásticas como bautizar y casar, tenía que realizar otras funciones como la de maestro, agricultor y hasta juez.

Como se ha mencionado, no solamente la ambición propia de las interacciones sociales, conspiró en detrimento de los objetivos misionales, sino que las mismas funciones colaterales, que también surgían dado la posición social que adquirían los misioneros, provocó abusos de poder con amplias aspiraciones de dominación.


Las Cofradías

Las cofradías, durante el periodo colonial americano, fueron asociaciones de fieles que se reunían en torno a un Santo Patrono o de advocación a la Virgen. Conformaban un espacio eclesiástico-laico que agrupaba, por lo general, a miembros del mismo oficio artesanal o estamental en que se estructuraba la sociedad colonial.

Su quehacer giraba en torno a la realización de obras piadosas como de asistencia mutua entre sus integrantes. Las cofradías, se extendieron ampliamente en el espacio territorial del reino de Chile, y en el día del onomástico del Santo Guía, estas manifestaciones religiosas, salían en procesiones cargando en andas la figura del santo.

En tiempos de la colonia, las cofradías fungían como bancos. La caja de la cofradía y la sala de sesiones tenían tres llaves: el cura, mayordomo tesorero y el rector. En la época de la colonia, las cofradías se hacían en iglesias oratorios públicos o semi públicos. La sede era la capilla del Santo Patrono. Esta tenía la obligación de adornar la capilla según su posibilidad económica.



El ingreso a una cofradía se hacía pagando una cuota de inscripción, a cambio se recibía una patente, un escapulario, una túnica, una capa, un rosario y un cordón. En la patente estaban los derechos del cofrade, el que al presentarlos en ciertos lugares tenían beneficios, en algunos hospitales incluso había camas reservadas para los cofrades.

Al fallecer un cofrade se rectificaba que sus cuotas estuviesen canceladas a tiempo, pues con eso se pagaban los gastos del funeral y las misas a su nombre. Los miembros de la cofradía asistían al entierro con velas de cera. Los indígenas tenían las suyas. Las hermandades católicas empezaron en el siglo XVI. Para los mayas eran fiestas en las que se venera una imagen, fiesta pública, ceremonia y festividades, para conservar y propagar todo un sistema de ideas y creencias, unas de origen prehispánico, el calendario maya y el culto a los antepasados.

Las cofradías fueron muy importantes durante el período colonial de nuestro país, pues jugaron un papel de cohesión social entre los diferentes elementos que las componían, especialmente cuando se veían amenazadas por individuos ajenos a las mismas. Ejemplo de esto sucedió en abril de 1751, cuando las cofradías de Barva y Curridabat dieron poder al capitán Francisco de acampo, síndico de los religiosos de San Francisco, para que los defendiera ante el gobernador de la provincia, contra el reclamo que hacían de ellas, los vecinos de Cubujuquí y los de la Boca del Monte. (ANCR, Protocolo Ant. de Heredia, #597, F. 17-19).


Referencia: Benavidez, Carlos. “La evangelización del indígena del Valle Central Occidental, durante la Colonia”. Revista Estudios 11, 2017.

No hay comentarios:

Publicar un comentario