Las reformas liberales de 1884: La República no tiene necesidad de sabios. 1940, orígenes de la Reforma Social en Costa Rica
"Conforme avanzó la
vida política independiente, más se sintió la necesidad de la independencia
eclesiástica" (p. 14)
Con los intentos que ha tenido
históricamente el Estado costarricense de desarticular y finiquitar la alianza
que se había heredado con la Iglesia católica tradicional, llama la atención
que posterior a los hechos que nos competen (1884 y 1940), se hayan
establecido posteriormente y hasta nuestra época actual, de una manera tan
evidente y fehaciente, relaciones políticas entre estas dos instituciones
sociales.
Es claro que el gobierno de la
nueva república (1884) necesitaba quitar cabeza y corazón a la institución
eclesiástica a fin de dejarla con las funciones más básicas posibles y
establecer un proceso de secularización a mansalva con base en las ideas
liberales que se sopesaban en el momento bajo el amparo de la masonería. Lo
anterior significaba restarle poder a la Iglesia (diocesana y religiosa) para
injerir en aspectos como la educación, economía, orden social y cualquier tipo
de enseñanza que atentara contra los intereses propios del Estado
regidor.
En últimas la intención, con un
tinte altamente político, poseía connotaciones antirreligiosas relacionadas con
el poder y la influencia en la población costarricense que tenía y a tenido la
Iglesia católica; incluso de regular con coacción y amenaza, la vida religiosa
comunitaria y sus ejercicios propios de fe, compromiso y adhesión. Pero
tal situación realmente nunca se dio ya que, a pesar de que decretaron las
leyes y se expulsó al obispo titular, el Estado continuó brindándole una ayuda
económica a la curia, así mismo otros movimientos económicos por parte de la
jerarquía católica que beneficiaban a algunos de los que crearon y ejecutaron
dichas leyes.
Afirma el autor que las
reformas liberales poseían a la base una búsqueda por parte de sus proponentes
y defensores, de conciliar tanto su posición como su conciencia religiosa con
las ideas religiosas que venían mamando. No obstante, la historia nos ha dado
la razón en cuanto que nada justifica el atropello de los derechos y de las
libertades fundamentales de ciudadanos e instituciones. Así mismo se ratifica
la importancia que tiene la religión cristiana en el ideario costarricense y su
innegable relación con el poder estatal.
Posteriormente, la experiencia
de la reforma social costarricense (1940) asegura definitivamente, no sólo el
establecimiento de una alianza estratégica entre el Estado y la jerarquía
eclesiástica católica, que pervive hasta nuestros días, sino la derogación de
las leyes anticlericales de corte liberalistas que imperaban hasta ese momento
en el país. Devolverle el poder político a la Iglesia significaba asegurarse
una permanencia en el poder de los partidos de turno y una legitimación de las
acciones sociales que se desarrollarían a partir de ese momento y que
cambiarían muchos aspectos del orden establecido para los sectores populares,
pero con intereses claramente partidistas.
El papel de la Iglesia en
tales pugnas y derivaciones políticas fue el de mantener el equilibrio social a
razón de no quebrantar en absoluto las nuevas alianzas entre los partidos
políticos y el surgimiento de un comunismo de corte conservador que no
atentaría con el desarrollo de ese nuevo orden social, pero si traería
consecuencias a lo interno de la Iglesia misma.
De este modo se comprende mejor como la Iglesia católica jerárquica se ha mostrado como un actor social y político de gran preponderancia en el país. Esta legitimación del poder eclesial ha permanecido en la constitución política desde el periodo colonial y ha permitido que se fortalezca por medio de alianzas estratégicas claramente establecidas. El asunto también radica en que la norma constitucional que legitima dicha relación y, por ende las alianzas, se actualiza de manera constante a través de la relación entre representantes del Estado y de la jerarquía católica mediante un intercambio de bienes simbólicos, lo cual tal legitimación.
No obstante, aunque los poderes políticos y religiosos pertenecen a dos ámbitos completamente distintos, la vinculación entre ambos (Estado-Iglesia) es eminentemente una “alianza estratégica” que a mi parecer es un concepto muy importante para comprender el fenómeno de la legitimación tanto del poder eclesiástico como del poder político del Estado costarricense y que, como bandazos claramente distinguibles, hemos podido ver en estos dos momentos coyunturales de la historia política costarricense.
Desde la realidad que ha vivido nuestro país desde entonces, la alianza estratégica se entiende como una manera de llegar a acuerdos comunes, a pesar de las diferentes posturas en temas de interés nacional y la evitación de provocar fracturas estructurales que dañen definitivamente la relación política.
Referencias:
Soto, Valverde, Gustavo. "Las reformas liberales de 1884: La república no tienen necesidad de sabios" (1998)Revista Estudios, UCR, Pág. 13-30, 1998
La iglesia se sintió amenazado su gran poder en la época, hoy, todavía asusta y genera oposición cualquier proyecto de secularización.
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